Sé que si lo hacemos juntos, todo puede ser posible,
sólo si lo hacemos juntos.
2008, Sierra de la Culebra
No puedo dormir, me desvelo últimamente en mitad de la
noche, sin pesadilla alguna, simplemente es desvelo. Mi cabeza empieza a girar
enloquecidamente, se me agolpan recuerdos, buenos y malos. Se acaban mezclando
con lo vivido ayer o anteayer, con lo que acontece. Todo acaba formando una
maraña tal, que volver a conciliar el sueño se hace harto difícil, imposible.
Esto se une a mi trabajo, actualmente agotador y se remata con la falta de
afectos físicos. El resultado es un bajón emocional considerable y obvio.
Y, cuando
regreso a mi anémona, veo que no estás. Que justo cuando comenzaban los
problemas, decidiste y, tristemente para mí, tu decisión fue la de no quedarte
aquí. Y, a lo mejor, es la más acertada por tu parte, nunca lo sabré, lo que sí
sé es que yo lo di todo por ti, hasta lo que no tenía. Quizás ese fue mi error,
tampoco lo sé. Pero en mi maraña vespertina, aparece también la idea de que a
lo mejor ya no te vuelva a ver y la angustia entonces se instala en lo más
profundo de mi alma y pienso que no me despedí de ti cuando te fuiste porque ya
no nos abrazábamos por prevenir. Y cada
día hago el mismo ritual, de entrar a tu cuarto a abrazar tu almohada, esa
almohada que en tiempos ha fue mía y que ahora huele a ti como si estuvieras y,
lloro con un desconsuelo que quizás no tenga sentido, pero que no puedo evitar.
Miro el teléfono para ver los quinientos veintitrés mensajes de chorreces al
día pero no apareces en ninguno y entonces borro casi todo y a veces sin mirar.
Luego me pongo mi armadura y regreso a la lucha diaria, estoy en primera fila
de batalla, es muy fácil errar y que el enemigo acabe venciéndome y, tan sólo
una cosa me mantiene en pie luchando sin parar después de no dormir, volver a
verte.
Cuando llega
la noche, sigo pidiendo, (como cada noche desde el día que naciste), a las
estrellas que te protejan cada día, doy un achuchón a mi mascota que es el
único ser vivo al que puedo achuchar y vuelvo a intentar dormir sin conseguirlo.
No sé cuánto durará esto, ni siquiera sé cuántos seguiremos aquí. Y, sí, sé que
tú piensas que esto no es para tanto, yo también tuve tu edad y creía que a los
míos nunca les tocaría. Esa no es la realidad y a mí me lo demostró la vida, con
tan sólo veintiocho años me quedé sola, me arrebató de un plumazo a todos mis
seres queridos y hasta ese momento, no fui consciente de la realidad. La
factura de vida que se va a cobrar, no va a ser ninguna broma. Sólo sé que me
falta el motor que movía mi vida, la D con la que la suma (A+D) siempre daba
uno. Me siento cuasi-vacía inmersa en una lucha de descontrol y desenfreno. Y
no debo, sé que no debo, pero sigo dando vueltas a porqué, llegado el final, me
encuentro aquí sin ti. Quizás nos vamos como venimos, y así sea como deba
estar. Quizás contigo acabe ablandándome tanto que no valga para luchar. Quizás
sea verdad eso que dice ‘lo que no te mata, te hace más fuerte’. Tampoco lo sé.
Sólo espero despertarme
un día, abrir la puerta de tu habitación y verte como duermes, volver a cerrar
y volver a presenciar una sonrisa en mi alma. Nunca sabrás cuánto te quiero.
Sin té de tener-te, con tu chocolate de kit-kat y con pañuelos.